En el ámbito hospitalario nos encontramos que muy frecuentemente es necesario someter a los pacientes a procedimientos donde se usan Rayos X, ya sea para diagnóstico, tratamiento o como elemento necesario de una cirugía.
Estos equipos, aportan enormes beneficios a nivel hospitalario, pero también son una fuente artificial común de radiación ionizante.1
Un paciente estará expuesto mínimamente a la radiación, y sus consecuencias serán también mínimas. Esto no ocurre para los médicos y otros profesionales sanitarios, ya que pasan gran parte de su vida laboral utilizando estos equipos.
Es por ello que la protección de todos los profesionales sanitarios es algo esencial. De esta disciplina se ocupa la Protección Radiológica, la cual estudia los efectos de las dosis producidas por las radiaciones ionizantes y los procedimientos para protegerlos de sus efectos nocivos.
Según el Centro de Seguridad Nuclear (CSN), se consideran 2 tipos de radiación que provienen de los equipos de Rayos X:
Además, la radiación dispersa también puede ser de fuga (flechas verdes) si sale del generador de radiación o residual (flechas naranjas) si sale del receptor.
Existen numerosas formas de protección, en la mayoría de casos compatibles y recomendado su uso combinado.
Las podemos resumir según su ubicación:
De entre todas ellas, los campos de protección crean una barrera frente a la radiación dispersa, protegiendo las manos y el cristalino. Permiten que se lleven a cabo los procedimientos quirúrgicos con total normalidad, sin interferencias y de forma más segura.
Las manos es una zona altamente expuesta a la radiación dispersa, con el uso de campos estériles se reducen los riesgos asociados. Están elaborados en antimonio o bismuto, son radiopacos, ligeramente flexibles y tienen la capacidad de absorber fluidos.